¿Un cruel salario mínimo?

 

Sebastian Crespo Postigo

Premio Joven Bachiller 2016 por el Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz, Bolivia y Coordinador local junior de Estudiantes por la Libertad Bolivia.

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Uno de los temas más sensibles para la sociedad en materia económica es el Salario Mínimo Nacional.

El primer semestre del año actual, como todos los años, se busca equilibrar la pérdida de poder adquisitivo del consumidor debido a la inflación. Esto se ve reflejado en el alza de los precios de la canasta familiar. Claramente desde la toma de poder de este gobierno conjunto a la Central Obrera Boliviana (COB), se ha venido ejerciendo el aumento salarial de forma arbitraria sin tomar en cuenta la realidad del sector empresarial en Bolivia.

El año 2006 el Salario Mínimo Nacional era de Bs. 500, el año 2017 fue Bs. 2000, por lo que podemos observar un crecimiento de más de 300%. Pero ¿qué genera esto?.  

El salario, aunque no reciba la denominación de “precio”, no es, ni más ni menos que eso: un precio por los servicios laborales prestados. 

Recordemos que; “Si hay un acuerdo voluntario entre las partes, no hay explotación laboral.”

El mercado por medio de la demanda y oferta es el único que logrará con una negociación encontrar el precio adecuado por el trabajo que realizará un agente económico dentro de una empresa. Este mismo es contratado porque su trabajo debe ser productivo para la misma por lo que se le retribuyera con un precio a su servicio laboral debido a su esfuerzo, sacrificio y preparación.

En un mercado laboral, el empresario busca contratar a la mano de obra mejor calificada posible con el único fin de que la empresa pueda desarrollarse eficientemente y de la mejor manera. Es por este motivo que la sociedad debe entender que el empleo, sigue las mismas reglas que la colocación de un bien a la venta, el éxito de su “venta” es el valor o la utilidad que le puede brindar ese bien o servicio al comprador, que en este caso es el trabajo que se ofrece y el comprador el empresario, todo esto en base a la libre competencia. Por lo tanto, ninguna persona va a comprar un objeto que no le sea útil, en consecuencia, ningún empresario va a contratar a alguien que le genera mayor costo que beneficio.

El efecto colateral a esta situación de no poder acceder a un empleo por no poder aceptar un salario inferior al mínimo, para la sociedad es muy alto. Porque el desempleo ocasiona a la sociedad tanto un costo económico como social. El costo económico corresponde a todo lo que se deja de producir y que será imposible de recuperar, esto no solo incluye los bienes que se pierden por no producirlos sino también una cierta degradación del capital humano, que resulta de la pérdida de destrezas y habilidades.

Por otro lado, el costo social abarca la pobreza, miseria humana, las privaciones e inquietud social y política que implica el desempleo en grandes escalas. Las personas sometidas a una ociosidad forzosa padecen frustración, desmoralización. Acotar también que esto quita a la sociedad el valor de sus servicios y al trabajador de la independencia y dignidad que derivan de la autosuficiencia económica. Pese a que sea uno de los grandes mitos del “Estado de bienestar”, no cabe duda, que la mejor manera de elevar los salarios es incrementando la productividad del trabajo. Los salarios reales tienen su origen en la producción, no en leyes promulgadas desde el gobierno.

Datos de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) revelan que:

“las utilidades de las empresas vigentes sumaron 38.600 millones de bolivianos en 2017, un 7% menos, esto como consecuencia de menores ingresos y mayores gastos, entre ellos costos salariales. El registro de nuevas empresas cayó de 19.211 a 18.882 y la cancelación de matrículas subió de 7.181 a 7.331 debido a la desaceleración económica y otros.”

El gobierno actual solo considera y prioriza al empleado y no así a la contraparte. De esta manera se deja de lado cualquier criterio de productividad, lo cual tiene como consecuencia la pérdida de competitividad en los distintos sectores de la economía nacional. Ya que el coste de aumentar la mano de obra acabaría reflejándose y trasladándose a los precios (generando un alza de precios, por lo que el consumo interno solo mejoraría momentáneamente) gracias a una ilusión monetaria. Así las autoridades cada año deben seguir en este círculo vicioso aumentando el SMN debido a la pérdida de poder adquisitivo. 

La mayoría de los países tiene legislación que establece un salario mínimo, pero países como Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, Finlandia, Austria, Italia y Chipre han entendido los efectos negativos del SMN y por ello no cuentan con regulación del SMN.

¿Carecer de SMN implica salarios bajos?

Muchos podrían pensar que, si no existe el SMN, los sueldos serian mínimos, la realidad es diferente, debido que el nivel salarial está vinculado a la productividad, ateniendo a los datos de la Eurostat de 2014, en la Unión Europea el coste laboral medio por hora de un trabajador es de 24,6 euros. En cambio, en países donde no existe el SMN, sus costes medios laborales, sustancialmente son más altos que la media europea.

En Noruega es de 54 euros, en Suiza de 48,95 euros, en Dinamarca es de 40,3 euros, En Suecia de 37,4 euros. En Austria de 31,5 euros. En Italia de 28,3 euros. Algunos ejemplos claros que demuestran el efecto positivo de la inexistencia del SMN.

Como menciona Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en una frase simple y clara;

 “El salario mínimo impide a muchas personas obtener un empleo”.  

Otro punto clave también relacionado a esto, son los costes de contratación, aunque el salario es el elemento más relevante, no debemos olvidar las cargas sociales y el aporte patronal que hace el empleador por brindar un trabajo digno, los cuales de igual manera deben justificarse con la productividad del empleado.

Para resumir, en esencia lo único que causa el SMI es una barrera al mercado laboral, para esa mano de obra cuya productividad no alcanza a justificar el SMI. Este motivo hace que se los excluya dentro del mercado laboral. 

Visto de otra manera, el SMI o es innecesario (cuando es muy bajo en relación con la capacidad de generación de riqueza de los trabajadores de un país) o es muy dañino (cuando supera la capacidad de generación de riqueza de buena parte de los trabajadores).

Para concluir me permito citar la frase de un gran escritor Mark Twain;

 “Ni la vida ni la libertad ni la propiedad de ningún hombre están a salvo cuando la legislatura está en sesión.”

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