La Abdicación Republicana

La Abdicación Republicana


La democracia liberal vive tiempos de incertidumbre. Según mucho vivimos un revival de los años 30, aquellos en los cuales el liberalismo político perdió su carácter hegemónico (en términos gramscianos), como sistema político en el mundo occidental, para darle paso a formaciones de carácter fascista.  


Brian Frojmowicz

Coordinador Local Eslibertad, estudiante de Ciencias Políticas de Universidad del CEMA. 


Recordemos que desde 1917, el régimen totalitario comunista venía liderando la cruzada contra la “libertad burguesa”, imponiendo Lenin, un sistema de terror, basado en la cheka y los primeros gulag, profundizado por Stalin. Hay que remarcar el carácter no democrático y antipluralista del movimiento bolchevique. Ante una manifestación contra la dictadura leninista, por parte de obreros   (el mismo proletariado que Marx constituía como sujeto histórico):

“Camarada Zinoviev, acabamos de saber que los obreros de Petrogrado deseaban responder mediante el terror de masas al asesinato del camarada Volodarsky, y que usted (no usted personalmente, sino los miembros del comité del partido en Petrogrado) los ha frenado. ¡Protesto enérgicamente! Estamos comprometidos: impulsamos el terror de masas en las resoluciones del sóviet, pero cuando se trata de actuar obstruimos la iniciativa absolutamente correcta de las masas. ¡Es i-nad-mi-si-ble! Los terroristas van a considerar que somos unos locos blandengues. La hora es extremadamente marcial. Resulta indispensable estimular la energía y el carácter de masas del terror dirigido contra los contrarrevolucionarios, especialmente en Petrogrado, cuyo ejemplo es decisivo. Saludos, Lenin”( VVAA, El libro negro del comunismo, Espasa-Planeta, Barcelona, 1998, pp. 86-87.)

El historicismo marxista y la escuela de profesionales en el arte de la revolución, trastocaron sus hipótesis de existencia, en tanto los mismos sujetos que eran la antonomasia de lo “correcto”, ejercían una revuelta contra aquella clase para sí( En términos marxistas: “El crecimiento de la autoconciencia del proletariado se efectúa en el proceso de la lucha práctica contra los capitalistas y halla su expresión máxima en la organización del partido político del proletariado, el Partido Comunista, vanguardia combatiente de la clase obrera. El proletariado cobra conciencia de su misión histórica y se transforma en una clase “para sí” (diccionario filosófico marxista). La tesis marxista demostraba, en términos de Lakatos, ser empíricamente regresiva, es decir falsada. Las hipótesis ad hoc, como la idea de la conciencia y la falsa conciencia, derivada del núcleo central no falsable por convención (la tesis de la explotación), eran incapaces de sostenerse en la realidad y por tanto, la teoría en su conjunto era regresiva.

Ante el marxismo y sobre todo con el avance stalinista, sumado a la gran depresión y la crisis del sistema democrático, las elites liberales democráticas, abdicaron ante el avance del fascismo, como barrera al comunismo, como demuestra Levitsky y Ziblatt en Cómo mueren la democracias. Afirman que: “En todos los casos (refiriéndose a los casos de Getulio Vargas, Fujimori, Chávez y Hitler), las elites consideraron que la invitación a tomar el poder “contendría” al recién llegado (…); una combinación letal de ambición, temor y errores de cálculo conspiró para conducirlos a cometer el mismo error fatídico: entregar voluntariamente las llaves del poder a un autócrata en alza” ( Levitsky y Ziblatt, Cómo mueren la democracias ).

En nuestros días, hay ejemplos de clara afrenta a la democracia en personajes como Vladimir Putin o Nicolás Maduro, que son casos de Cesarismo Plebiscitado como diría Max Weber. Sin embargo, es más difusa la opinión sobre Salvini en Italia, Trump en Usa y Viktor Orban en Hungría, para citar ejemplos. El populismo que estos encarnan, según algunos estudiosos, como los autores del libro anteriormente citado, derivan en la no-democracia, es la destrucción de las libertades civiles, en regímenes iliberales. Según Tzvetan Todorov, el populismo es producto de la superposición de la autonomía del pueblo como característica esencial de la democracia, rechazando la protección a las minorías y las libertades individuales.

Es por ello, que Levistky y Ziblatt, nos aportan, cuatro rasgos que son distintivos de aquellos que buscan asesinar a la democracia. A saber:

  1. Rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas del juego.
  2. Negación de la legitimidad de los adversarios políticos
  3. Tolerancia o fomento de la violencia.
  4. Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación.

En Argentina, el peronismo, nació como antonomasia de dichas características y dicha esencia, fue compartida por gran parte de la clase gobernante durante estos 80 años de decadencia política, económica e institucional. El kirchnerismo fue una hiperbolización del cesarismo plebiscitado, sin llegar a los niveles que hoy vemos en Venezuela. El gobierno de Macri es ineficiente pero sin duda no es antirrepublicano ni antidemocrático. Lógicamente, uno debe exponer los paradigmas de democracia y república, que muchas veces son inconmensurables entre sí. El paradigma democrático-liberal, es el que exponemos en esta columna.

La construcción de un orden político puede ser definida como aquella instancia de cohesión de la pluralidad de subjetividades en torno a un consenso sobre el modo de organización de la comunidad política. Como nos menciona Friedrich, el orden es el procesamiento de las diferencias (Friedrich, C. J.: “El Orden y el valor del desorden”). Existen a grandes rasgos 3 formas. Está la anarquía, el Estado fallido, las diferencias no se procesan sino mediante la violencia. El otro extremo es la paz de los cementerios propia del autoritarismo y el totalitarismo, donde la pluralidad es aniquilada (expresión en sentido literal. Auschwitz, el Gulag, los fusilamientos castristas). La definición de orden político solamente es constituida de manera humana en el diálogo propio de la democracia republicana, que no es sinónimo de carencia de conflicto, sino de resolución dialógica. Apuntemos a esa manera, no abdiquemos ante el fanatismo autoritario.


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